Queridos hermanos y hermanas:
Uno de los dones más preciados con los que Dios nos ha bendecido es la vida misma. Al iniciar un nuevo año civil, es importante que reflexionemos en el compromiso que conlleva este precioso don.
La vida debe ser vivida en el amor, en la armonía, en el perdón y la paz. Estos son los primeros puntos que servirán como un sólido cimiento que nos ayudarán a cumplir con esta tarea irrenunciable, en la que todos los seres humanos, sin excepción, debemos trabajar. Es imposible decir que vivimos bien cuando no estamos en paz con nosotros mismos y con quienes nos rodean; cuando no hemos sido capaces de dar una nueva oportunidad a aquel que se ha equivocado y que busca reconsiderar su camino, tratando de encontrar el perdón en nosotros. Y lo más grave, cuando nosotros mismos no queremos darnos la oportunidad de volver a empezar, reconociendo los errores cometidos, a causa de nuestra débil naturaleza, y disponiéndonos a dar lo mejor ante la nueva etapa que se nos presenta.
Al inicio de este año 2014, en el que debemos tener a Dios siempre presente, pero no como si fuera alguien que tiene el lugar privilegiado en la enorme lista de personas o actividades, sino como el que está presente en todas las relaciones y realidades de nuestra diario vivir, iluminándonos y conduciéndonos, ya que Él nos ha demostrado su amor misericordioso y lo seguirá mostrando a lo largo de nuestro peregrinar por este mundo, quiero invitarles a vivir cada instante con un deseo de trascendencia.
Seamos conscientes que, ante los desafíos que se nos presentan, no debe existir tiempo para estar divididos y en una constante "sorda confrontación", en la que nadie escucha a nadie, en la que solo queremos que nuestras ideas sean las únicas válidas, sin respetar las propuestas de nuestro prójimo. Recordemos que a todos nos ha sido concedida, por la infinita bondad de Dios, el don de la inteligencia, mismo que nos hace capaces de enriquecer, con humildad, las propuestas de nuestro prójimo.
Ya basta de divisiones absurdas, de confrontaciones sin sentido, de perder el tiempo en acciones intrascendentes.
Estamos ante un gran reto: hacer que el amor ágape sea la norma de nuestra vida. Dejémonos sorprender por la infinita bondad de Dios, estemos atentos a sus enseñanzas, a sus mensajes que día a día nos muestra en su creación y en el trato con nuestro prójimo.
Dios nos ama y quiere que nos amemos, que vivamos en paz. Este es también el deseo de la Iglesia. Abramos nuestro corazón para recibir las bendiciones que Dios nos tiene para este 2014.
Sinceramente deseo que, más que hacer propósitos, mismos que muchas veces quedan solo en buenas intenciones, nos comprometamos de verdad, estando atentos a la voz de Dios, que amorosamente nos indicará el camino que hemos de seguir.
Les bendigo de corazón, y pido para todos los fieles de nuestra amada Iglesia de Monterrey: amor, armonía, perdón y paz.
¡Feliz año 2014!
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