Con la celebración del 1er. domingo del tiempo de Adviento, iniciamos un nuevo año litúrgico en la vida de la Iglesia. Este tiempo, nos invita a prepararnos, principalmente en el corazón, para las celebraciones festivas por el nacimiento de Jesús.
Si bien es cierto que este tiempo está fuertemente relacionado con las "posadas", que deberían ser llamadas "fiestas navideñas", ya que, en la mayoría de los casos, no se tienen los elementos propios de una auténtica posada, como son los momentos de oración y reflexión; no debemos olvidar su verdadero sentido.
El Adviento nos prepara espiritualmente para vivir una vida nueva en Jesús. Cada uno de los cuatro domingos que anteceden a la Navidad, nos van introduciendo en la grandeza del misterio por el cual realizamos estas celebraciones.
Para nuestra Arquidiócesis, este momento es también un tiempo de evaluación y planeación en el plano de la vida pastoral, ya que a partir de mañana (lunes 2 de diciembre) y hasta el miércoles (4 de diciembre), tendremos nuestra Asamblea Eclesial Diocesana. En ella analizaremos nuestro peregrinar como Iglesia en el cumplimiento de nuestro Plan de Pastoral y nos dispondremos a corregir lo que sea necesario para un mejor desempeño de nuestra tarea evangelizadora.
De manera especial en esta Asamblea, en la que participarán más de 700 laicos y sacerdotes de todas las parroquias, alumnos y formadores del Seminario y miembros de la vida consagrada de nuestra Arquidiócesis, siendo presididos por un servidor, acompañado de mi obispo auxiliar, tendremos la oportunidad de reflexionar en la reciente Exhortación Apostólica que el Papa Francisco ha entregado a la Iglesia: "Evangelii Gaudium" (la alegría del Evangelio).
En esta Exhortación, fruto del Sínodo de los Obispos del 2012, el Papa nos invita, entre otros temas, a vivir una renovación espiritual y estructural, siendo una Iglesia abierta y marcadamente misionera, fortaleciendo la esencia del Evangelio en nuestra vida, colocando a Cristo en el centro y saliendo a las periferias, a los más pobres y a los alejados.
Ante estos desafíos que se nos presentan, invito a los fieles y personas de buena voluntad, que eleven sus plegarias a Dios, para que los trabajos de esta Asamblea Eclesial, en el marco de un nuevo año litúrgico, sean vividos en la docilidad al Espíritu Santo; y los frutos sean abundantes para bien de todos.
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