10 de mayo / 2014
Comunicado de prensa
Asunto: Mensaje en el Día de las Madres
¡Dichosa la mujer que te dio a luz y te crió! (Lc 11,27)
Hermosas palabras que, en medio de la multitud, una mujer del pueblo dijo a Jesús mientras él predicaba. Palabras que brotan de un corazón agradecido al ver las maravillas realizadas por Cristo.
De entre los muchos regalos que recibe una madre, está uno que es muy significativo: ver a sus hijos realizarse en la vida, ya que esta es la oportunidad de ver la trascendencia de las enseñanzas que, con esfuerzo, ternura y dedicación, inculcó en ellos.
Para una madre, siempre será motivo de alegría el recibir el reconocimiento de sus amistades y familiares por lo bueno que son sus hijos, y de preocupación cuando sabe que ellos no se esfuerzan lo suficiente para cumplir con su misión.
Todos hemos llegado a este mundo cobijados por el vientre de una mujer que, por amor, cumple con una de las más nobles encomiendas que Dios le ha hecho: DAR VIDA.
Que importante, y necesario, es que seamos agradecidos y que nos esforcemos por hacer que esta mujer, que nos ha permitido desarrollar nuestros primeros meses de vida en su interior, se sienta realizada y orgullosa de haber traído al mundo a un ser humano que no camina sin rumbo, sino que se esfuerza por llevar a la vida lo que de ella ha recibido y, que cada día, clarifica el objetivo de su estancia en esta tierra: servir con alegría al prójimo, sabiendo que al hacerlo, sirve a Dios mismo.
No permitamos que la mercadotecnia actual nos envuelva, y que nos lleve a limitar la manifestación de gratitud a nuestra madre, "porque es 10 de mayo". Recordemos que para ellas no existen horarios, ni fechas, para cumplir con su misión. Siempre están dispuestas a atendernos, aún en los momentos en los que no les favorece la salud, o tengan que dividir su tiempo entre nosotros, las actividades del hogar y un trabajo externo para ayudar a nuestro padre en el sustento de la casa y, en muchos casos, tal vez ser el único sustento de la familia.
Recuerdo ahora las palabras del Papa Francisco: "Las mujeres, son impulsadas por el amor y saben recibir este anuncio con fe: creen e inmediatamente lo transmiten, no se lo guardan para sí. La alegría de saber que Jesús está vivo, la esperanza que llena sus corazones no se puede contener. Esto debería suceder también en nuestra vida" (Audiencia pública, 3 Abril 2013).
A todas las madres, les manifiesto mi gratitud, respeto y oración de siempre, y les invito a que nunca dejen de su mano a quienes les han sido confiados. Ustedes cumplen con una misión trascendente, les invito a seguir el ejemplo de nuestra Madre del cielo, la Virgen María, la mujer que, como ustedes, tuvo que vivir muchos momentos difíciles, pero que no fueron motivo de desaliento, sino que, siempre cimentada en la confianza divina y consciente de que el Creador jamás abandona a quien le ha confiado una misión, salió adelante y acompañó a su Hijo hasta el último momento.
Ahora que viajo a la ciudad de Roma, para encontrarme con el Papa Francisco, junto a mis hermanos Obispos de México, las encomendaré de manera particular en la Basílica de Santa María la Mayor, el lugar donde se venera particularmente a la Madre de Dios.
Las bendigo de corazón, pidiendo al Señor derrame sobre ustedes toda la gracia que necesitan para seguir adelante, llevando a sus hijos al encuentro de Dios.
Que sus maternales oraciones acompañen nuestro peregrinar.
+ Mons. Rogelio Cabrera López
Arzobispo de Monterrey
Pbro. Juan José Martínez Segovia
Departamento de Comunicación
Comunicado de prensa
Asunto: Mensaje en el Día de las Madres
¡Dichosa la mujer que te dio a luz y te crió! (Lc 11,27)
Hermosas palabras que, en medio de la multitud, una mujer del pueblo dijo a Jesús mientras él predicaba. Palabras que brotan de un corazón agradecido al ver las maravillas realizadas por Cristo.
De entre los muchos regalos que recibe una madre, está uno que es muy significativo: ver a sus hijos realizarse en la vida, ya que esta es la oportunidad de ver la trascendencia de las enseñanzas que, con esfuerzo, ternura y dedicación, inculcó en ellos.
Para una madre, siempre será motivo de alegría el recibir el reconocimiento de sus amistades y familiares por lo bueno que son sus hijos, y de preocupación cuando sabe que ellos no se esfuerzan lo suficiente para cumplir con su misión.
Todos hemos llegado a este mundo cobijados por el vientre de una mujer que, por amor, cumple con una de las más nobles encomiendas que Dios le ha hecho: DAR VIDA.
Que importante, y necesario, es que seamos agradecidos y que nos esforcemos por hacer que esta mujer, que nos ha permitido desarrollar nuestros primeros meses de vida en su interior, se sienta realizada y orgullosa de haber traído al mundo a un ser humano que no camina sin rumbo, sino que se esfuerza por llevar a la vida lo que de ella ha recibido y, que cada día, clarifica el objetivo de su estancia en esta tierra: servir con alegría al prójimo, sabiendo que al hacerlo, sirve a Dios mismo.
No permitamos que la mercadotecnia actual nos envuelva, y que nos lleve a limitar la manifestación de gratitud a nuestra madre, "porque es 10 de mayo". Recordemos que para ellas no existen horarios, ni fechas, para cumplir con su misión. Siempre están dispuestas a atendernos, aún en los momentos en los que no les favorece la salud, o tengan que dividir su tiempo entre nosotros, las actividades del hogar y un trabajo externo para ayudar a nuestro padre en el sustento de la casa y, en muchos casos, tal vez ser el único sustento de la familia.
Recuerdo ahora las palabras del Papa Francisco: "Las mujeres, son impulsadas por el amor y saben recibir este anuncio con fe: creen e inmediatamente lo transmiten, no se lo guardan para sí. La alegría de saber que Jesús está vivo, la esperanza que llena sus corazones no se puede contener. Esto debería suceder también en nuestra vida" (Audiencia pública, 3 Abril 2013).
A todas las madres, les manifiesto mi gratitud, respeto y oración de siempre, y les invito a que nunca dejen de su mano a quienes les han sido confiados. Ustedes cumplen con una misión trascendente, les invito a seguir el ejemplo de nuestra Madre del cielo, la Virgen María, la mujer que, como ustedes, tuvo que vivir muchos momentos difíciles, pero que no fueron motivo de desaliento, sino que, siempre cimentada en la confianza divina y consciente de que el Creador jamás abandona a quien le ha confiado una misión, salió adelante y acompañó a su Hijo hasta el último momento.
Ahora que viajo a la ciudad de Roma, para encontrarme con el Papa Francisco, junto a mis hermanos Obispos de México, las encomendaré de manera particular en la Basílica de Santa María la Mayor, el lugar donde se venera particularmente a la Madre de Dios.
Las bendigo de corazón, pidiendo al Señor derrame sobre ustedes toda la gracia que necesitan para seguir adelante, llevando a sus hijos al encuentro de Dios.
Que sus maternales oraciones acompañen nuestro peregrinar.
+ Mons. Rogelio Cabrera López
Arzobispo de Monterrey
Pbro. Juan José Martínez Segovia
Departamento de Comunicación
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